Brecht

Bertold Brecht. Ese genio. Ese traidor


Bertolt Brecht es un genio del teatro. Se puede aceptar sin temor a incurrir en exageración que inventó un tipo. Un tipo de teatro. Un teatro político de índole marxista que resolvió en nuevo, en profundamente original, al aplicarle el efecto del distanciamiento. Un teatro épico que marca un antes y un después en la historia. Un teatro épico de inmensa influencia posterior. Sólo los genios aportan, aparte de su obra, el carácter de hito. De referencia.


El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico. Escrito desde una convicción política manifiesta con la intención de convencer. Es un teatro explícitamente moralizante cuya última pretensión es movilizar al público en el sentido del compromiso, incluso del compromiso revolucionario. Es un teatro escrito por un dramaturgo moralista, por un dramaturgo aleccionador que se sabe en posesión de la verdad ética. 

Casa de Brecht en Berlin-Weißensee (Fotografía Wikipedia, Schreibschaf, CC)


El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, repito. Reparen, por favor, por ejemplo, en estas palabras de nuestro autor, fallecido en 1956, publicadas en la solapa interior de una edición alemana de Madre Coraje de 1965:

 

Lo que principalmente debe mostrar una representación de Madre Coraje es que los grandes negocios en las guerras no son hechos por las pequeñas gentes; que la guerra, que es una continuación de los negocios con otros medios, es mortal para las virtudes humanas y también para sus poseedores. Y que, por consiguiente, debe ser combatida.

 

Nuestro autor impone al espectador la interpretación del drama; el espectador no es libre. Brecht es todopoderoso… Afortunadamente para él – y para nosotros – su genialidad le permite, aunque no lo sepa, superar su arrogancia compositiva y su propia teoría dramática.

El teatro brechtiano es un teatro explícitamente didáctico, insisto. Así lo entendió sin duda alguna Roland Barthes cuando escribía:

 

El teatro brechtiano es un teatro moral /…/ las situaciones arquetípicas del teatro brechtiano /…/ pueden reducirse a un problema único: ¿cómo ser bueno en una sociedad mala? Me parece muy importante destacar debidamente la estructura moral del teatro de Brecht [1]

 

En efecto, Brecht escribió y escribió sobre la bondad. Incluso diría que predicó sobre ella. Pero, sin embargo, cuesta – me cuesta – aceptar que él mismo fuera un hombre bueno. En el machadiano sentido del adjetivo. En el evangélico sentido. La bondad se intenta mucho más que se consigue. Y, por supuesto, la bondad ha de ser discreta. La bondad, o es circunspecta, casi clandestina, o no es.

"El teatro brechtiano es un teatro político. Responde a una concepción dialéctica marxista. supone una investigación del ser humano inmerso en las presiones y contradicciones sociales. La sociedad se funda sobre una lucha entre la bondad, de un lado; y la injusticia (dinero, intereses, explotación), de otro lado. Además, como también hemos dicho, el teatro brechtiano es un teatro parabólico. No se trata, claro, de un teatro realista. Brecht construye parábolas, metáforas dramáticas que encierran un hondo sentido crítico. Genial, Brecht construye parábolas y metáforas dramáticas universales; por eso, su obra, aunque aparentemente anclada a unas circunstancias históricas concretas, logra de hecho superarlas y superar el riesgo de la caducidad"

Brecht nació en Augsburgo, Alemania, el mismo año que Lorca, en 1898. Ambos nacieron señoritos. Pero sus vidas fueron radicalmente distintas. Federico fue un señorito con pretensión cierta, corroborada por su honestidad intelectual, de bondad, de bonhomía; por eso le asesinaron. El caso de Brecht es otro, muy otro. Muchas veces, durante mucho tiempo, su comportamiento – en sangrante contradicción con su teatro, con su poesía – fue el de un mal hombre. El de un hombre malo. Maldad multiplicada por su inteligencia. La inteligencia multiplica la responsabilidad. Un imbécil puede ser perverso sin saberlo. Un hombre inteligente es consciente de su maldad. Un hombre inteligente es  malo a conciencia. Con consciencia. Federico fue asesinado. Brecht murió plácidamente sirviendo al Poder – cuentan que a su muerte dejó varias cuentas bancarias en Suiza – …

Bertold Brecht (Fotografía Wikipedia, Bundesarchiv, Bild, CC)

Es verdad que hubo de exiliarse. Es verdad que hubo de escapar de la Alemania nazi. Es verdad que entre 1933 y 1940 residió en Dinamarca, Suecia y Finlandia. Es verdad que entre 1941 y 1947 huyó a los Estados Unidos, a Hollywood. Allí participó de la vida artística junto a toda la colonia de exiliados ilustres. Allí cuentan que se paseaba en limusina junto a su amigo Charles Laughton… Allí sintió lo que se suele llamar su primera perplejidad ideológica: el país capitalista por excelencia le acogía amablemente... Cuando tuvo que comparecer ante el Comité de Actividades Antiamericanas, presidido por el Senador MacCarthy, acusado de pertenecer a las células comunistas de Hollywood, dicen que adoptó una actitud tibia, conciliadora, poco combativa; algunos de sus colegas  acusados hasta le tildaron de cobarde… En cualquier caso, todo ello le hizo romper con los Estados Unidos y abandonarlos. Tras una breve estancia en Suiza, en 1948 se instaló definitivamente en el Berlín Oriental, la capital de la recién creada República Democrática Alemana, la Alemania comunista. Tratado como un prohombre por el Partido, fundó su compañía teatral, el Berliner Ensemble. Gozó de inmenso éxito entre la élite y gozó de multitud de prerrogativas – cuentan que en aquella deprimente, deprimida, reprimida y gris Alemania comunista Brecht se paseaba por Berlín en un formidable coche descapotable, vistiendo un mono de trabajo confeccionado a medida por su sastre – . Se convirtió en el dramaturgo oficial del Régimen. Ello provocó su segunda perplejidad, al darse cuenta de que el autor supuestamente romántico, supuestamente antisistema, supuestamente crítico, se había convertido en una parte del engranaje del Poder. Se había vendido al Poder.

Había nacido en una familia rica. Su padre, Director de una Papelera, poseía acusada conciencia burguesa e impuso a Bertolt una educación conforme a su clase y su época. Es verdad que desde muy joven se mostró contestatario, irreverente,… Rechazaba el abuso de la autoridad y simpatizaba con los de abajo, con los “obligados a servir”. Más tarde escribirá en un poema: 

 

      Yo crecí hijo / de gente acomodada. Mis padres / me pusieron cuello duro y me educaron / en las costumbres de quien es servido, / y me instruyeron en el arte de dar órdenes. / Pero / cuando fui mayor y miré a mi alrededor / no me gustó la gente de mi clase, / ni dar órdenes, ni ser servido. / Y dejé mi clase y me junté / con la gente de clase baja.

 

No estoy muy seguro, yo, de que cuando Brecht fue mayor – ordenancista, elitista, prócer – se  juntara realmente con la gente de la clase baja…

Como ya hemos dicho, el teatro brechtiano es un teatro político. Responde a una concepción dialéctica marxista. Supone una investigación del ser humano inmerso en las presiones y contradicciones sociales. La sociedad se funda sobre una lucha entre la bondad, de un lado; y la injusticia (dinero, intereses, explotación), de otro lado. Además, como también hemos dicho,  el teatro brechtiano es un teatro parabólico. No se trata, claro, de un teatro realista. Brecht construye parábolas, metáforas dramáticas que encierran un hondo sentido crítico. Genial, Brecht construye parábolas y metáforas dramáticas universales; por eso, su obra, aunque aparentemente anclada a unas circunstancias históricas concretas, logra de hecho superarlas y superar el riesgo de la caducidad.

"A Brecht el Nacional-Socialismo, el nazismo, el fascismo le resultaban insoportables no sólo política y moralmente, sino también estética e intelectualmente. Para él la razón no sólo era irrenunciable, constitutiva del hombre, sino que suponía un placer. No podía aceptar que se redujera al individuo, a la gente, al pueblo romántico, al estado de masa. A Brecht le resultaban singularmente insoportables estas palabras de Hitler: “…Sólo se puede conducir una masa fanatizada…"En un acto de masas, hay que eliminar la razón…”

El tema de la bondad, de la fragilidad de la bondad, la apelación a la bondad, son contenidos nucleares de la literatura brechtiana. Este Brecht literato – dramaturgo, poeta – que exige bondad no resultará coherente con el Brecht biográfico, el Brecht mimado por la dictadura comunista de la Alemania Oriental. En Madre Coraje escuchamos denuncias filosas como “La virtud no rinde, la maldad produce”; o como “Todas las virtudes son peligrosas en este mundo”. Brecht, imperdonablemente consciente de estas denuncias de las que es autor, actuará nada virtuosamente por lo menos los últimos años de su vida que, claro, le rendirán cómodos réditos.

El tema de la fragilidad de la bondad es una constante de la Literatura y la Filosofía clásicas. Nuestro instruido dramaturgo lo sabe sobradamente. Escribe como si conociera aquellas palabras de Boecio (480 –  524/525) en La consolación de la filosofía:

 

-El inocente se ve aplastado bajo el peso de un castigo que merece el criminal; el vicio se encumbra en exceso y, siempre dominando la injusticia, el malvado pisotea el cuello del hombre recto. Se eclipsa el brillo de la virtud, perdido en sombrías tinieblas, y el justo soporta las acusaciones que merecen los malvados

-…me admira profundamente ver trocados los papeles: que a los buenos alcance la sanción del crimen y a los malos se reserva el premio de la virtud

 

Escribe como si conociera aquellas versos de Alfonso Álvarez de Villasandino (1340/1350 – 1424) en el Cancionero de Baena:

 

                        -e por esperençia en partes adradas

                                muere el qu’es bueno e bive el rruyn

                               -non preçian al bueno synon al malsyn

 

Escribe como si conociera aquellas palabras de Georges Ohnet (1848-1918) en su novela Deuda de odio: “Ya lo ves, se exige mucho y siempre de los que son buenos”.

En efecto, como si conociera todas estas palabras y muchas otras similares, Brecht escibe en La persona buena de Sezuán (1942):

 

-Dios 1º: “¿Qué tal vive la gente aquí?”, Wang: “Los buenos bastante mal”

-En nuestro país / los buenos no pueden seguir siendo buenos mucho tiempo

-¿Por qué la maldad se ve recompensada, / y por qué amenaza a los buenos una lucha tan dura?

 

Nuestro Brecht no se mantuvo bueno durante mucho tiempo. No pudo. No quiso. Por eso se vio recompensado y vivió bien , muy bien…

Y aún hay más. En 1935 Brecht escribió un opúsculo deslumbrante cuya doctrina -sin haberla leído, claro- Lorca llevó a cabo mucho más jondamente que el propio alemán. Eso explica cómo murió uno y cómo murió otro… Ese breve, intenso texto al que me refiero se titula Las cinco dificultades para decir la verdad. Me atrevo a resumir, aquí y ahora, modificando ligeramente su orden, lo mollar de su pensamiento. Según Brecht, lúcido como nunca, quienquiera decir la verdad habrá de superar estas dificultades:


-tener la inteligencia para reconocerla

-tener el coraje de escribirla

-tener el arte para convertirla en arma

-tener la capacidad de seleccionar a aquéllos en cuyas manos será útil

-tener la habilidad de propagarla entre la mayoría

 

Bertolt Brecht, genio, sin duda, fue capaz de cumplir los cinco requisitos en su obra. Reconoció la verdad y la escribió magistralmente en sus parábolas teatrales convertidas, así, en eficaces armas artístico-revolucionarias. Pero mintió. Se mintió a sí mismo. Se traicionó – traicionó a todos – desviando indecentemente su vida de esa verdad que pretendía propagar y que, de facto, había descubierto.

A Brecht el Nacional-Socialismo, el nazismo, el fascismo le resultaban insoportables no sólo política y moralmente, sino también estética e intelectualmente. Para él la razón no sólo era irrenunciable, constitutiva del hombre, sino que suponía un placer. No podía aceptar que se redujera al individuo, a la gente, al pueblo romántico, al estado de masa. A Brecht le resultaban singularmente insoportables estas palabras de Hitler: “…Sólo se puede conducir una masa fanatizada… En un acto de masas, hay que eliminar la razón…”. Por eso en su Galileo escuchamos formidables sentencias como éstas:

 

-¡Creo en los hombres y con eso quiero decir que creo en su razón!

-…creo en la dulce violencia de la razón sobre los hombres…

-El pensar es uno de los mayores placeres de la especie humana

 

Por eso en un fragmento de su poema “Catón de guerra alemán” escuchamos formidables versos como éstos:

 

General, el hombre es muy útil.

Puede volar y puede matar.

Pero tiene un defecto:

puede pensar.

 

¿Cómo es posible, cómo es aceptable que el mismo hombre que escribiera esto, el mismo Brecht que escribiera esto se sumara entusiasta al engranaje dictatorial de la Alemania Oriental?

Bertolt Brecht. Ese genio. Ese traidor. Doblemente traidor, pues, por genio. Bertolt Brecht vendido, comprado, traidor también a su poema “Canción del comerciante”:

 

¡Yo qué sé lo que es un hombre!

¡Yo qué sé quién lo sabrá!

Yo no sé lo que es un hombre.

No sé más que su precio.

 

Brecht, ese genio, ese traidor. Traidor a su propia literatura, a su propia poesía, traidor a aquel verso de su poema “Loa del estudio”:

 

¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma!

 

Brecht, ese genio, ese traidor. Traidor a su propia literatura, a su propia poesía, traidor a aquellos versos de su poema “Canción de la rueda hidráulica”:

 

-la bota que nos pisa es siempre una bota

-no cambiar de señores, sino no tener ninguno

 

Brecht, ese genio, ese traidor. Ttraidor a su propia literatura, a su propia poesía, traidor a aquellos versos de su poema “A los hombres futuros”:

 

…Una frente lisa

revela insensibilidad. El que ríe

es que no ha oído aún la noticia terrible

 

Brecht, ese genio, ese traidor. Ttraidor a su propia literatura, a su propia poesía, traidor a su formidable poema “A una raíz de té china en forma de león”:

 

Temen tu garra los malvados.

Y se alegran los buenos con tu gracia.

Lo mismo

oír quisiera

de mis versos.

 

Bertolt Brecht. Ese genio. Ese traidor. Su teatro y sus versos sí fueron una raíz de té china en forma de león. Pero él, Bertolt Brecht, genio y traidor, malvado, fue, no más, león.

 

JORNADAS UNIVERSITARIAS DE INVESTIGACIÓN TEATRAL. SECCIÓN: LA ESCENA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA, por el profesor Dr. Juan L. De la Cruz y Ramos, Facultad de Letras, UPV/EHU. Vitoria, 24-26 octubre 2022. 


 Bibliografía empleada 

- Barthes, Roland, Ensayos críticos, Barcelona, Seix Barral, 2002 

- Boecio, La consolación de la Filosofía, Buenos Aires, Aguilar, 1960 (2ª ed.) 

- Caminero, Juventino, Literatura europea del siglo XX. Corrientes, teoría, sistema y glosa, Bilbao, Universidad de Deusto, 1992 

- Domínguez Rey, Antonio, Antología de la poesía medieval española II, Madrid, Narcea, 1981 

- Fuegi, John,  The life and lies of Bertolt Brecht, Flamingo, 1994 

- Ohnet, Jorge, Deuda de odio, Madrid, la España editorial, s/f 

- VV. AA., Lecciones de Literatura Universal, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 1039 - 1052 


[1]  Roland Barthes, Ensayos críticos, Barcelona, Seis Barral, 2002, p. 114; 1ª ed. en francés, 1964

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